Durante casi todo el siglo XX, la ciencia de la salud —esa que dicta qué comemos, qué suplementos tomamos y qué tratamientos recibimos— se construyó mirando solo un tipo de cuerpo: el masculino.
Las mujeres no estaban en los ensayos clínicos.
No por casualidad, sino por diseño.
Una ciencia escrita en masculino
En los años 60 y 70, cuando se definieron muchas de las dosis y protocolos que seguimos hoy, los investigadores decidieron excluir a las mujeres de los estudios “para evitar la complejidad hormonal”.
Suena absurdo, pero fue literal: el ciclo menstrual se consideraba una variable molesta.
El resultado:
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Las dosis de referencia (RDA) se basaron en cuerpos masculinos.
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Los fármacos y nutrientes se probaron en hombres jóvenes sanos.
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Los síntomas femeninos se consideraron “atípicos” o “subjetivos”.
Décadas después, seguimos arrastrando esa herencia.
El coste invisible de una ciencia incompleta
Esa brecha no es solo histórica: afecta directamente cómo las mujeres se sienten cada día.
Cuando un suplemento no tiene en cuenta las variaciones hormonales, puede no funcionar —o incluso empeorar ciertos síntomas.
Cuando los estudios ignoran el impacto del estrés crónico o del sueño fragmentado en el metabolismo femenino, los protocolos de energía y recuperación quedan incompletos.
La consecuencia es silenciosa pero masiva:
fatiga inexplicable, desregulación hormonal, carencias recurrentes y una sensación constante de estar “haciendo todo bien” sin resultados.
No es culpa tuya.
Es que la ciencia no nos estaba acompañando.
La nueva ola de conocimiento
En la última década, la investigación ha empezado a corregir el rumbo.
Hoy sabemos, con datos reales, que:
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Los niveles de cortisol, hierro y magnesio fluctúan de forma significativa a lo largo del ciclo menstrual.
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La respuesta inflamatoria y la sensibilidad a la insulina son distintas en mujeres.
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El impacto del estrés en la tiroides y en la mitocondria es más marcado en el cuerpo femenino.
Y lo más importante: cuando se diseñan estudios específicos para mujeres, los resultados cambian radicalmente.
La nutrición personalizada según fases del ciclo, el sueño, la energía o la carga mental ya no es una tendencia: es ciencia.
Lo que representa SANA
SANA nace para cambiar esta situación.
Como una respuesta científica a un vacío que nunca debió existir.
No para vender suplementos, sino para devolverle a las mujeres una ciencia que las incluya.
Diseñamos fórmulas donde cada ingrediente, dosis y estudio parte de la biología femenina.
No extrapolamos resultados basados en hombres.
Traducimos evidencia en bienestar real.
Cuidarse no es una moda. Es conocimiento.
Queremos que cuidarte deje de ser una rutina confusa o culpable.
Que cada decisión sobre tu salud esté guiada por información, no por ruido.
Porque cuando entiendes tu cuerpo, eliges mejor.
Y cuando la ciencia está de tu parte, te sientes diferente.
Referencias
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Zucker I, Beery AK. “Males still dominate animal studies.” Nature, 2010.
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Regitz-Zagrosek V, et al. “Sex and gender differences in pharmacology.” Nat Rev Drug Discov, 2020.
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Mauvais-Jarvis F. “Sex differences in metabolic homeostasis.” Diabetes, 2015.
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Clayton JA, Collins FS. “Policy: NIH to balance sex in cell and animal studies.” Nature, 2014.
🧩 Este artículo forma parte de “Ciencia para mujeres”, el espacio de SANA donde traducimos la evidencia científica a conocimiento práctico y aplicable a la salud femenina.